jueves, 5 de mayo de 2011

La verdad os hará libres


Por Ignacio Laclériga

Ante los desajustes de la realidad de una sociedad marcada por la hipocresía y la sin razón, solo queda un camino. Hay que recordar las palabras de Juan, el evangelista, la verdad os hará libres. Y he aquí el problema: ¿Cuál es la verdad? ¿Quién dice la verdad? La academia de este país ha permanecido silenciosa, encerrada en el conformismo tolerante de una sociedad conservadora.

La verdad, a falta de estudiosos que la analicen y propongan cambios, ha quedado en manos de falsos profetas y vende patrias. Amigos de la palabra fácil y el consuelo milagrero. Mientras, el científico universitario, el pensador humanista, divagaba sobre la esencia del ser y el devenir relativista. Un caldo de cultivo perfecto para charlatanes que por un par de monedas prometían, sino la redención en este mundo, en el siguiente.

Mentiras piadosas y complacientes permitidas por un intelecto social incapaz de levantar su voz ante los gritos de energúmenos con una biblia en la mano y la bandera en la otra. Intelectuales de salón complacientes con el discurso de morales retrogradas y patrioteras. Porque el intelecto ha de ser comprensivo y permisivo con el pensamiento ajeno. Pero hay límites para la tolerancia. Y el límite es la defensa de la verdad ante los engaños de esta demagogia conservadora.

La verdad es sólo una y sólo el camino de la ciencia, de la comprensión racional y discursiva de nuestro mundo nos permite entenderla. Existe una discusión sobre esa verdad, pero basada en la investigación fundamentada de estudios. La verdad no soluciona la realidad a base de milagros o efervescencia nacionalista, sino de un estudio detallado y minucioso de la conflictividad existente. No hay fórmulas misteriosas, solo un constante empeño en entender nuestras circunstancias de la mejor manera para actuar sobre ellas.

El humanista, el científico de la palabra, el comunicador universitario, necesita salir de su comodidad silenciosa y gritar la verdad. Una verdad que no puede ser tolerante con mentiras que roban el poco fruto del trabajo de la gente honrada. La espiritualidad es una de las facetas más importantes de la naturaleza humana, pero nada tiene que ver con las tareas que el hombre desempeña para llevar adelante una sociedad. Ahí, es el conocimiento profundo y científico el que propone las soluciones a los problemas.

Sí, la Política. La Política con mayúsculas. La Política manejada por administradores preparados en el conocimiento de la vida pública. Observados por el ojo siempre atento de la opinión ciudadana. Guiados por la labor minuciosa de los profesionales de la comunicación. Cuya ética y apego a la verdad debe comenzar desde la enseñanza universitaria. Desde el correcto desempeño del formador intelectual, que tiene esa gran responsabilidad de trabajar en el esclarecimiento de la verdad. La única e indiscutible verdad que libera.

Esa verdad está oculta bajo la capa de la mediocridad complaciente de la que somos responsables. Una mediocridad marcada por la falta de exigencia en el entorno en que nos movemos. Un medio ambiente complicado que exige paciencia y constancia. Bajo ninguna circunstancia hay excusas para rendirse. La crítica constante no ejerce influencia sino viene acompañada del trabajo propositivo. Gracias al hombre, hay personas suficientes en el desempeño de la ingente tarea de mantenerse firmes ante el embate de tanta mediocridad.