Empieza un nuevo año. Este sin la energía del Baktun, ni la curiosidad del fatídico 13, que te da esa motivación extra con tal de llevar la contraria al número de la mala suerte. Es el 14 año del segundo milenio. Nada particular. Eso es lo grandioso. Ante un sistema sociopolítico cada vez más deteriorado y menos creible, todavía quedan cosas por las que celebrar. Quiero celebrar por la Belleza. La de la naturaleza, incomparable, la del arte, que nos hace alcanzar lo sublime, pero sobre todo la de las personas, aquellas que son capaces de creer en sus propios ideales y luchar por ellos. Aquellas que lejos de fanatismos y propuestas que anulan la personalidad, defienden a toda costa la integridad y el amor por los demás. Aquellas que creen que el amor no está en las películas románticas o en una canción de rima facilona, sino en la capacidad de transcender a nuestro propio ego y hacer realidad sueños de un mundo mejor. El dos mil catorce no tiene nada en particular, depende de nosotros hacer que sea un año inmejorable.
